Antonio Salas no es un periodista al uso. Su jornada laboral
no transcurre en una redacción entre comunicados o cubriendo notas de prensa y
buscando entrevistas. Ni siquiera utiliza su verdadero nombre, sino un seudónimo
que le permite poder realizar investigaciones que se han materializado en
varios libros. El gran público lo conoció cuando se infiltró en el movimiento
neonazi y a partir de entonces no ha dejado de trabajar para descubrir qué se
esconde detrás de asuntos tan complejos como la trata de mujeres o el
terrorismo internacional. Es por ello que está amenazado de muerte y ha vivido
situaciones harto complicadas.
Te conocimos con la publicación de Diario de un skin, ¿cómo ha cambiado tu vida desde entonces? ¿Te has arrepentido alguna vez?
Te conocimos con la publicación de Diario de un skin, ¿cómo ha cambiado tu vida desde entonces? ¿Te has arrepentido alguna vez?
Algunas veces... cuando llegan mensajes de los nazis, puteros, moteros, terroristas especialmente agresivos, y amenazando también a mis padres. O cuando lees críticas a mis libros de colegas periodistas que solo han visto las películas o los reportajes. O cuando, justo antes de la publicación de un nuevo libro, la paranoia se multiplica y comienzas a ver miradas sospechosas en cada tipo que te cruzas en la calle, a imaginar matrículas que ya has visto antes en el retrovisor de la moto, a esquivar las cámaras de videovigilancia... Te arrepientes muchas veces, pero luego se te pasa. Porque arrepentirse no vale de nada. Ya no hay vuelta atrás.
¿En qué momento y por qué un periodista se llega a plantear arriesgar su vida para materializarla en un libro?
En realidad los libros vinieron después, cuando Telecinco censuró mi reportaje sobre los skin. Pero la decisión de asumir riesgos potenciales a tu seguridad la tienes que tomar cuando aceptas entrar en un equipo de investigación clandestino y cuando te pones una cámara oculta para grabar a grupos criminales... Si no lo tienes muy claro es mejor que no aceptes ese empleo porque de tu templanza y autocontrol dependerá que salgas airoso. En mi caso todo comenzó hacia 2001, cuando Telecinco nos contrató a tres periodistas un poco kamikazes para montar un equipo de investigación encubierto.
Te has infiltrado en el movimiento neonazi, en el terrorismo internacional, en el tráfico de mujeres, has conocido los cárteles de la droga y un sinfín de investigaciones, ¿te has marcado algún límite a la hora de desarrollar tu trabajo?
Tengo muy claro que ningún reportaje periodístico justificaría que participases de los delitos que estás investigando. Primero porque sería inmoral, y segundo porque tu condición de periodista no te eximiría de tu responsabilidad penal, y no merece la pena. Así que tengo muy claro lo que es ético, legal y moral y lo que no. Y si en alguna de esas investigaciones me hubiese visto en la disyuntiva de tener que participar de un delito o abandonar el reportaje ahí habría terminado la investigación.
¿Cómo ha influido en tu trabajo la prohibición del uso de cámaras ocultas? ¿Son conscientes tus lectores de que no puedes cometer un delito aunque te encuentres en una situación límite?
Nos ha cortado las alas... El lema del equipo de investigación de Telecinco, donde comencé, era: "Si no está grabado no existe". Si yo hubiese escrito un libro contando que había comprado niñas vírgenes de 12 o 14 años para prostituirlas, en pleno centro de Madrid; o que durante años había sido el hombre de confianza de Carlos el Chacal; o que el Real Madrid apadrinaba un grupo neonazi, etc., sin aportar pruebas irrefutables, nadie se lo habría creído. Y es comprensible. Pero las grabaciones de oculta son irrefutables. Al quitarnos esa herramienta de trabajo el Tribunal Constitucional ha mutilado de forma interesada al periodismo de investigación, quizás para proteger a algunos de sus integrantes...
Cuando no estás realizando una investigación, ¿cómo es la vida normal de un infiltrado que está amenazado de muerte? ¿Dejas de hacer actividades cotidianas para no arriesgar tu vida? ¿Llegas a estar tranquilo?
Cuando no estoy investigando es porque estoy redactando el libro. Pero una vez terminado y mientras el original pasa por el gabinete jurídico, se maqueta e imprime el libro y llega a las librerías, yo ya estoy en la siguiente. Así que no es fácil que no esté trabajando. Y si mi vida está en riesgo en algún momento no es precisamente por hacer actividades cotidianas... Aún así, intento ir al cine, al gimnasio, a cenar de vez en cuando... Me niego a que el miedo condicione mi vida, pero a veces no es fácil. ¿Tranquilo? ¿Qué es eso?
¿Cómo reaccionas a las amenazas e insultos que te llegan a través de Internet? ¿Has aprendido a vivir con ellas? ¿Compensan los comentarios positivos?
Nunca te acostumbras al odio. Quien diga lo contrario miente. Pero una cosa es que algún imbécil, que se cree anónimo en la red, te amenace genéricamente, y otra que alguien con nombre, apellido y cara, te diga el día, la hora, el lugar, y cómo planificó tu asesinato, como ocurrió con MarkoSS88. Esa es una de las tramas con las que arranca Los hombres que susurran a las máquinas, y que me convenció de que tendré que vivir con esto para siempre. Pero es verdad que cada vez que recibo un mensaje de un joven que dejó el movimiento skin o una joven que deja la prostitución tras leer mis libros, piensas que merece la pena.
¿Dejarás de dar conferencias tras conocer que un individuo acudió a una de ellas con la finalidad expresa de asesinarte? ¿Cuán fue tu reacción al conocer este hecho?
No, pero seré mucho más prudente todavía. La confesión de MarkoSS88 de cómo había intentado matarme me supuso varias semanas de auténtica paranoia. Creía ver su cara en cada chico alto, atlético y moreno que me cruzaba. No le deseo a nadie esa experiencia. Pero MarkoSS88 me subestimó. Creyó que por ocultarse tras un nombre, una IP y una identidad falsa no iba a ser capaz de averiguar quién era, a qué se dedicaba realmente y dónde vivía... No quiero hacer spoiler, pero creo que esa trama en el libro es una de las más intensas y reveladoras de Los hombres que susurran a las máquinas. E ilustra perfectamente lo que puede ocurrirnos cuando pensamos que lo que subimos a nuestras redes sociales no le interesa a ningún ciberdelincuente. Terrible error.
¿Consideras que las películas y reportajes que se han basado en tus libros reflejan exactamente lo que buscabas transmitir con tus publicaciones?
No. En absoluto. Yo solo me responsabilizo de lo que aparece en mis libros. Las películas son un producto de ficción basado en unos guiones cinematográficos inspirados en mi trabajo, pero sometidos al criterio, limitaciones y creatividad de guionistas, director y productores, por ese orden. Y todos mis reportajes de televisión, lógicamente, fueron sometidos al criterio, censura y revisión de los directivos de la cadena. Como no podría ser de otra manera. De lo contrario no se habrían emitido. Pero no había otra forma de difundir masivamente las grabaciones de cámara oculta que demuestran, de forma indubitable, que lo que cuento en los libros es real, por inverosímil que pueda parecer. Las películas y los reportajes ayudaron a dar visibilidad a mi trabajo, pero no lo representan.
Los hombres que susurran a las máquinas se adentra en el mundo de la ciberdelincuencia, ¿hasta dónde pueden llegar los peligros para una persona que utilice Internet de una forma habitual para consultar redes sociales o el correo electrónico?
La trampa es que cuando navegas desde la "seguridad" de tu casa o de tu teléfono móvil, crees que estás a salvo porque no ves ninguna amenaza. Pero están ahí. Y son miles. Lo mejor que te puede pasar es que te roben las fotos de tus hijos o nietos para venderlas en portales de pedofilia, o que te roben unos miles de euros de la cuenta bancaria... Lo peor, que suplanten tu identidad robando tu facebook para abrir una cuenta en un casino online y blanquear dinero del narco; que te metan un virus que cifre todo tu disco duro y todos tus documentos, facturas, fotos, vídeos, etc., y de pronto desaparezcan; o que usen tu wifi o tu identidad digital para difundir propaganda terrorista o pedofilia, o para realizar ataques o amenazas a empresas y particulares... Cuando la policía aporree tu puerta de madrugada y seas detenido por pedófilo, yihadista o por blanqueo de capitales, vas a tener que convencer al juez de que alguien con tu nombre, con tu DNI, usando tu teléfono, tu conexión y tu ordenador para cometer esos delitos, no eras tú. Y no te será fácil. Habría sido más fácil usar contraseñas robustas, aprender unas normas mínimas de seguridad y, sobre todo, usar el sentido común para navegar.
¿Alguna vez imaginaste que te convertirías en el gestor de la web de uno de los terroristas más sanguinarios como Carlos El Chacal?
Ni en sueños. De hecho cuando comenzó mi formación para El Palestino, no tenía en mente a Carlos el Chacal. Fue después de matricularme en árabe y de asistir a montones de cursos sobre terrorismo internacional cuando descubrí que Carlos era un referente perfecto. Él también era latino, hablaba español, se convirtió al Islam y contactó con todas las organizaciones terroristas de su época. Exactamente igual que yo. Pero después del primer viaje a Venezuela para intentar contactar con su familia volví a España con el rabo entre las piernas. A pesar de que sabía donde trabajaban -en la alcaldía de Caracas-, estaban demasiado protegidos por el gobierno de Hugo Chávez y no fui capaz de llegar a ellos. Tuve que regresar a Venezuela en dos ocasiones más para acceder primero a Vladimir -su hermano pequeño-, y después a Lenin -su hermano mediano- y su madre. Y para ganarme su confianza a través de ellos. A partir de ahí, convertido en el portavoz y webmaster de Carlos el Chacal, fue muy sencillo contactar con organizaciones terroristas de todo el mundo...
En Operación Princesa sorprendiste acudiendo al género de la novela, aunque haces referencia al capo Guzmán o el padre de una concursante de Gran Hermano, entre otros. ¿Supuso una estrategia ante una posible negativa de la editorial por involucrar a los poderes políticos y policiales?
No encontré otra manera. La sentencia contra el uso de la cámara oculta, de 2012, a mi me pilló en plena investigación. Y si no podía usar las imágenes no tenía sentido pedir a los lectores que creyesen en mi palabra. Además, la novela te da la oportunidad de contar cosas que no te permite el ensayo. Creo que el personaje de Alexandra Cardona, inspirado en la Testigo Protegido DPA123B, me ha permitido contar cosas sobre la trata de blancas que no pude contar en El año que trafiqué con mujeres. En cuanto al Chapo, al padre de la finalista de Gran Hermano y demás personajes de la novela, doy pistas suficientes para que los lectores mínimamente inteligentes los reconozcan en un segundo.
Algunos periodistas crecimos leyendo tus investigaciones, ¿podremos seguir haciéndolo? ¿Te ves con fuerzas para encarar una nueva publicación?
No sé hacer otra cosa...